martes, 27 de junio de 2017

Breve Semblanza de Salvador Abreu Vega

Por Félix Báez Neris

 Salvador Abreu Vega, es hijo oriundo del Barrio Mariana de Humacao, la tierra que lo vio nacer. Siendo niño, tuvo la riqueza crecer en el campo que lo encumbró de nobles virtudes como su sensibilidad y gentileza humana. Nos dice José Miguel Hernández Matos de Salvador Abreu: “En su hombría de bien, se define al puertorriqueño auténtico, nato, producto del campo que filtrará en las fuentes de su ser las esencias que moldearon su carácter de hombre de tierra adentro, de campo abierto sin lindes ni fronteras. A su contacto, templó las cuerdas de su espíritu en la armonía creadora y límpida de la belleza silvestre, de su entraña fecunda. Aprendió temprano a amar el limitado predio que le sirvió de cuna y gustó del plantío; de su identidad con la naturaleza. Esta experiencia, la cual suele señalar con orgullo, satisface sus mayores anhelos de hombre y libertad.” Esas vivencias marcan definitivamente a Salvador y su trayectoria de vida es cónsona con este juramento: "amar a su adorada tierra". Al despuntar su adolescencia, se forma en las escuelas de Humacao hasta su ingreso a la Universidad de Puerto Rico donde obtuvo su grado de bachiller. En su etapa formativa profesional cursó estudios en la escuela de Administración Pública. Su intelecto y su derrotero lo llevó allende los mares estudiando en la Universidad de Nueva York y en España. Más tarde cursó dos años en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico. La formación profesional de Salvador Abreu es una cultivada en las más prestigiosas instituciones educativas. Su estancia fuera de su ciudad natal, tanto en Estados Unidos como en España, le permitió conocer a fondo a los grandes creadores de la cultura, los méritos y su sistema social y las características lo distinguen como pueblo. Este periplo vital jamás quebró su virtud de hombre sencillo. Así lo resalta su amigo José Manuel Hernández “los estudios no lograron diluir su querencia por las cosas sencillas, buenas, humildes y cristianas de su campiña” . La amistad que me une a Salvador Abreu me permite apreciar y admirar la estirpe valiosa de este insigne humacaeño. A través de las conversaciones que a ratos sostenemos percibo su profundo amor por su Ciudad. Es un luchador incansable, que ha ofrendado su vida por rescatar, salvaguardar y difundir el respecto y aprecio por la historia y la cultura de su pueblo. La muestra fehaciente de su trabajo y legado inmenso lo tenemos en sus valiosos escritos y libros que son tesoros de incalculable valor para entender y conocer a cabalidad los destinos de la Ciudad Gris. Su trabajo es uno matizado por la lucha constante por salvaguardar los mejores intereses de sus compueblanos. Su voz se ha levantado sola, como la conciencia de los humacaeños, contra los desmanes y los desaciertos de proyectos detractores de los genuinos valores de este pueblo. En otras ocasiones construyendo y encausando obras culturales permanentes para el disfrute de las presentes y futuras generaciones. Se distingue su trabajo con el Centro Cultural, con el proyecto del Bicentenario de la Ciudad y con la plaza al Cacique Jumacao por mencionar algunos. Apreciamos por otra parte su vocación de excelente orador, su buen gusto por la poesía y su sensibilidad conocedora y cabal por la música. Salvador Abreu pone todos sus dotes al servicio de la comunidad, no se dedicó, –y esa es otra lección de la parábola de su vida– a labrarse un renombre para acumular riqueza materiales, sino que pone todo su genio, como administrador, como orador, como historiador, como hombre de cultura, al servicio de la causa de adorado pueblo de Humacao. Salvador nos hace ese llamado de concientización, en las páginas memorables de: "Apuntes para la Historia de Humacao “, “Se prefiere mejor la mano “estirada al favor ajeno” aunque para ello se renuncie al mas bello de los atributos del espiritu: la dignidad.” Aquí se resume su vida, toda ella dominada por la eticidad, por el sentido del deber y el sacrificio. Son muchos sus llamados a conservar los principios de nuestra vida como pueblo que nos hace don Salvador. Nos recuerda la siguiente escena: “Tanto las veredas de la playa, sus breñales y pantanos, como las calles y callejones del pueblo se transitaban sin cuidados, no importaba las horas avanzadas de la noche. Notar la presencia de alguien era objeto de alegría porque se contaba con quien compartir. Hoy, ese mismo evento produce aprehensión, intranquilidad. Y es que ya dejamos de ser quienes fuimos, vivimos temerosos de unos a otros apartándonos de aquel mundo de la comprensión y de la seguridad que fue norte y guía en otros tiempos idos.” Por todo ese profundo legado de amor a nuestro pueblo, hoy nos te rendimos este sencillo homenaje. Gracias por las lecciones, tus pensamientos y el modelo digno de un humacaeño ejemplar, del cual todos nos sentimos honrados.

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