domingo, 11 de diciembre de 2011

Desbalance de Metales Endógeno


De José María Lima Rivera, poeta

Desbalance de Metales Endógeno*+

          Estaba seguro de estar atravesando por otro brote mánico.  Mágico debería llamarse, porque todo es mágico y le salen alas a mis pies descalzos y cada segundo se suscita una nueva alternativa de destinos, como si se abrieran caminos de posibilidades fugaces consecuentes y una vez escogida alguna opción única, se sugieren otras nuevas vertientes sucesivas correspondientes.  Basta con un viraje a la derecha o la izquierda, todo cambia disipándose atrás posibilidades no exploradas, surgiendo por delante otras por explorar.  Incluidas diagonales y entretejidos a lo Remedios Varo o excentricidades como la cabra viva amarrada el rabo de la cabra de Picasso o las imágenes sugeridas entrelazadas de Rafy Trelles.  Admito que una que otra vez se me atraviesa la solemnidad de la tristeza de Vallejo y las objeciones de las Pinturas Negras de Goya con todo y sordera y la humedad del Manzanares (cuando todavía eran murales en la Quinta del Sordo en las afueras de Madrid).

Magia he dicho...
          Cuando dios es capaz de la equivocación y enviar palomas a mi pedido de flores.  Cuando puedo llenar de esperanza dulce (en barras) el bolsillo de un deambulante dormido, con el debido cuidado de no despertarlo.  Puedo apoderarme del pasado de El Desengaño@ en Ceiba contemplando contemplando los goznes vencidos de la puertas y las ventanas y la pintura verde descascarada en la primera casa que conocí antes de que las alas en mis pies descalzos levantaran vuelo y las máquinas de la lógica (Turin, Markoff, Church, Minsky) comenzaran a fallar.  Antes de que los lenguajes formales trajeran su exactitud fría y certera, abstraída de la verdad allá en Bekerley& y que los cubanos comenzaran su corte de caña y la esperanza bullera en dogmas positivistas exactos.

Antes... Le Corbusier
          Había hecho contacto con Le Corbusier y la arquitectura en Harvard; “La poesía es un acto humano: las relaciones concertadas entre imágenes perceptibles.  La poesía de la naturaleza solo es exactamente una construcción del espíritu.  La ciudad es una imagen poderosa que acciona nuestro espíritu. ¿Por qué no habría de ser la ciudad, también ahora, una fuente de poesía?, habría dicho en La Ciudad del Futuro.

Los lenguajes formales...
          Llegado a Berkerley, la verdad como fin extraviada.  Importaba sobre todas las cosas la efectividad del proceso formulado para obtener un resultado válido.  ¿Perfección?  No es posible según demostrado por las fallas de las máquinas de la lógica para la decepción del Cálculo de Lamda de Church o el sistema de Minsky o de Markoff.  La máquina de Turín confirma la deficiencia.  Los
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teoremas negativos de Kurt Gödel -Haulting Problem- igualmente.  Un algo desconocido provoca la falla excepcional y remota de las máquinas de la lógica.  Parecería que la naturaleza o la existencia conocida negara la perfección o la infinitud de la corrección.  Tal vez por eso sea que haya preferido en ocasiones la musicalidad o la cadencia armoniosa impuesta por el verso antes que la lógica del sentido impuesta por mi.& Algún sentido debe tener aunque yo no lo alcance circunstancialmente, como sucede con las fallas de las máquinas de la lógica.  Después de todo para la lógica importa solo el proceso para establecer la validez o la efectividad de las formulaciones probables.  La verdad no es necesaria para su injerencia formal o final.

La Ciudad del Futuro...
          Entonces, el regreso de los conceptos de La Ciudad del Futuro de Le Corbusier: “Aquí se trata de de las formas eternas de la pura geometría que envolverán con un ritmo que será nuestro, mas allá del cálculo y cargado de poesía la mecánica implacable que palpitará bajo ella...” “El ojo puede ser atormentado o acariciado...” “El alma puede ser extraviada o exaltada..” “Hay formas que arrojan sombras...”  He perseguido esa geometría que palpita en Le Corbusier, buscando el cálculo exacto que no encontré en los lenguajes formales.

Quedaba entonces la poesía...
          El corte de caña en Cuba%: ensayo experimental de uno de los productos del positivismo lógico, con la sal, el pan, el sudor, las heridas, la sangre, la inclusión, las exclusiones,la tolerancia y las intolerancias... la poesía.

Encima del dolor empecinado
el hambre a cuestas,
caricias y naufragios en la alforja,
hermanado a los odios florecidos,
voy y vengo
de prisa y comedido,
interrogando sangres realizadas,
(lutos en flor), ancestrales
enojos reviviendo.

Cambio y fuera...Adela
          En eso surge Adela y su desparpajo.  La protesta.  Su atrevimiento (el de Adela) sería transmitido en honda corta o larga según su antojo pendenciero de mujer “generosa y fortuita” además de “ninfomaníaca moderada”.  Gallisá se había convertido en admirador de Adela dándole cabida en el Semanario Claridad como personaje digno para al protesta política por ser “descriptiva y sincera” a   pesar de que “Adela es de un pragmatismo pálido si se le compara con el el encendido idealismo de Santa Teresa, pero a veces anda descalza y tiene revelaciones...”

Yeyita...presencia en la memoria
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          El encuentro con los fantasmas de la palabra mamada de Yeyita (Aurelia Rivera) la madre católica que me disfrazó de protestante los domingos (evitando así que tuviera que cruzar calles yendo a la iglesia católica de su predilección) para ocultar así mi esqueleto de la muerte, (luego de mi padre se la atragantara apresurado).  Muerte que desde entonces he mirado desde lejos, con respeto.  De ella me he ocultado y la sorprendo cruzando cuando no lo espera y la miro con disimulo.  Ella como siempre lista a sacar su última carta; su as sin corazones:

Señora muerte, dígame: ¿Usted que espera?
Arrecie sus espinas a otra parte.
Yo por mi parte:
muy afectuoso suyo, aunque enojado,
quedo.  Envío me contraigo,
desdibujo el metal de mi campana,
fabrico un pararrayos, me sostengo.
Informo mi esperanza de laureles.
Me contraria el flujo de mi sangre
hacia atrás por esos rumbos
de trunca acomodada certidumbre.
Señora muerte óigame bien, un dado
que se plante arista necesito;
un hermano, sin ruta por ahora,
que espeje propiamente este derrumbe,
que gemele la copa que hoy apuro,
un tronco, en fin, en que muescar mi llanto.


En el ínterin...un espantapájaros...
          Llevaba la camisa verde de fatigas de manga larga (corta para mis brazos) que intercambié con un espantapájaros de la vecindad de Isabela (la tercera, puertorriqueña).  El pantalón corto a mi pernera (brincacharcos), ancho a mi cintura, amarrado (impropiamente) con un pedazo de soga fina que me prestó una cabra (moderada como Adela) que andaba cerca.  Tal vez por no caminar mucho, el espantapájaros no usaba cordones en sus botas al trueque por mis chancletas.  Por eso caminaba lentamente según me permitían las botas que no se usar bien ni me gusta usarlas por el calor que me producen en los pies y por la incomodidad de su firmeza (el Ché Meléndez también prefiere las chancletas).  Algo debí concederle al espantapájaros.

Un prisionero...
          Un prisionero (cuadrúpedo familia de los canes) largaba su coraje con ladridos y gruñidos de rabia, a través de las rejas de su cárcel (balcón) de una residencia rodeada de rejas por todas partes (como algunas islas y archipiélagos).  Me senté en la tierra muy cerca del infortunado (de sosquín) haciendo caso omiso a su molestia altisonante y muy dentada.  Sostuvimos un intercambio silencioso sin mirarle a los ojos (como cuando hablo con la muerte), para no añadirle insulto a su pena de reclusión.  No pude calcular con certeza el (mucho) tiempo transcurrido cuando me ofreció (a título de reconciliación luego de tanto ladrar y gruñirme) su reluciente collar con medallas que testimoniaban su alcurnia troyana y su entrenamiento de aguerrido espartano, para la vanagloria de su carcelero (que también se creía dueño).  Le desarmé el collar a través de las rejas, y ¡otra vez el toque de magia!  De pronto el collar era una espada reluciente con medallas y piedras preciosas incrustadas en su empuñadura.  Caminé, erguido, alejándome de mi nueva conquista de amistad como todo un hidalgo,
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espada en mano.

La faena...
          Conducía aquella bestia (automóvil) a mis espaldas a distancia prudente, blandiendo estocadas al aire esporádicamente con la espada reluciente.  Caminaba al frente por la línea divisoria de los carriles de la carretera.  Sentía que me seguía l e n t a m e n t e.  Súbitamente me detenía volteándome ante la precaución del cobarde sorprendido, que también se detenía como toro cansado por la lidia.  Retrocedía, retrocedía; a la derecha, a la izquierda; a la siniestra, a la derecha (aunque con mas cuidado) como el tanque en Tianamen.

Espada en mano...
          Señor, devuélvame el collar de mi perro.  ¿Qué collar?  El collar que lleva en la mano.  Esto no es un collar, es una espada, mírela bien.  Era evidente que estaba impresionado con mi indumentaria intercambiada al espantapájaros risueño y solitario, a juzgar por su cara de asombro.  La vestimenta asentaba muy bien con la espada en mano, incluida la gorra (de guerrero en paro) con la paja sobresalida de sus bordes...
          Me volteaba nuevamente dándole la espalda (al carcelero) como torero listo para la estocada, caminando erguido (con la pausa impuesta por la incomodidad de las botas que arrastraba) espada en mano.  Erase la prepotencia humillada de un carcelero.  Atrás había quedado un prisionero con ojos de esperanza puesta en su liberación a mi regreso...

Dormitaba la noche...
          Transcurrían las haces de luz alargadas como fantasmas, de los automóviles abajo a lo largo de la Avenida Jesús T. Piñero.  Caminaba lentamente hacia un cúmulo de huesos desplomados en el elevado dormido y oscuros de penumbras.  Elevado abandonado por el trajín de demasiados escalones de cansancio, que servía de dormitorio de ocasión.  Dormitaba la noche su pulso inquieto, sucio, despeinado, desconocido.  La intemperie prodigaba un cielo negro con arco de luna fina de tenue luz.  Una sombra silenciosa llenaba, con cuidado extremo, un bolsillo de camisa ajena y sucia con sorpresa clandestina...

...y la noche cabalga,
fantasma sin destino
que parte de las oficinas
de los hijos sin nombre
de la contabilidad.
Los usureros se frotan las manos
y se orinan con placer
por detrás de los postes del alumbrado.


Rafael Ayala Hernández, JD       9/VI/09


*   José María Lima fue diagnosticado con la condición de maniaco-depresivo (como él prefería llamar su condición) conocida en la actualidad como bipolar (tipo 1).  La deficiencia congénita de los niveles del mineral Litio en su organismo disparaban brotes eufóricos, que en su caso no culminaba la etapa depresiva típica de esa condición.  Por ende de ordinario disfrutaba las etapas iniciales de sus brotes eufóricos (mánicos).  Sin embargo mantenía un hilo de cordura aún en sus brotes mas agudos.  Recibió eléctro-shocks en la ciudad de New York (Belle View Hospital), mientras se desempeñaba como Catedrático Asociado de la Universidad de New York, recinto de Old Westburry (1970-71).  Este escrito evoca un brote eufórico como los que sufría el poeta.
+   Expresión tomada del artículo JML: el mas joben de los antepazados; de Joseramón Meléndes, (editor del libro por excelencia de José María Lima La Sílaba en la Piel) publicado el artículo en la sección En Rojo del Semanario Claridad (7 al 13 de mayo 2009). 
@   Barriada El Desengaño, calle marginal que terminaba o moría en el Cementerio de Ceiba, Puerto Rico de donde es originario y donde se encuentra enterrado el cuerpo del poeta.
&   Universidad de California recinto de Bekerley de donde el poeta obtuviese un grado de maestría en Matemáticas Avanzadas y Lógica, luego de haber estudiado un año de Arquitectura en la Universidad de Harvard en Boston Mass. 
&   “Entre el significado y el ritmo, cuando hay que sacrificar algo, siempre, casi siempre, sacrifico el significado.  Yo se que queda por ahí y vuelve a aflorar en algún momento en otro poema.” José María Lima (Entrevista que le hiciera Rafael Acevedo en suplemento cultural En Rojo, Semanario Claridad, 1996)
%   José María había viajado a Cuba siendo graduado de Bekerley con otros estudiantes de universidades de los Estados Unidos a conocer el proceso revolucionario.  Al llegar de regreso a Puerto Rico se declaró públicamente ser marxista- leninista (circa1963) lo que produjo persecución política con consecuencias penosas con todas las excusas de la “guerra fría”.

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