Recordando a Maximino Rodríguez Pimentel
Santiago Maunez Vizcarrondo
A la memoria del mejor guitarrista humacaeño que conocí.
Moisés dijo a los hijos de Israel: "Sabed que Yavé ha elegido a Besalel, hijo de Uri, hijo
de Jur, de la tribu de Juda. Él le ha llenado el espíritu de Dios, de sabiduría, de
entendimiento y de saber para toda suerte de obras, para proyectar, para trabajar el oro, la
plata y el bronce, para grabar piedras y engastarlas, para tallar la madera y hacer toda
clase de obras de arte. El ha puesto en su corazón el don de enseñanza..." (Éxodo 35:30-
34). Esos son los Artistas.
Maximino Rodríguez Pimentel, nació el 29 de mayo de 1926 en un barrio de
Humacao, y falleció el 24 de abril de 2000, olvidado en un cuarto de Fajardo. El también
olvidado poeta humacaeño Flor Gerena, en su poema Génesis, nos dice: "La estera en que
nací fue mal tejida de junquillos silvestres y vencejos... El techo de mi bohío era de paja en
manojos y por el metió los ojos el sol, para librarme del frío..." Así comenzó la vida de mi
viejo amigo Maximino Rodríguez: Maestro de Guitarra.
Mnemosina, la diosa de la memoria, nos hace olvidar convenientemente. Con
“Operación manos a la obra” salimos TODOS de la pobreza ¿verdad? Esa riqueza
económica no llegó hasta el hogar de Maximino, ni a los hogares de la mayoría de los
pobres, que aún viven de ilusiones televisadas.
El primer maestro de música de Maximino fue don Juan Peña Reyes, que también
vivió económicamente pobre. Maximino, joven corpulento, fue un gran atleta que
aprendió a tocar la guitarra. Otro genio puertorriqueño, abogado de profesión, honesto
político y pianista por devoción, Ernesto Ramos Antonini, con la anuencia de su líder, el
poeta Luis Muñoz Marín, fundó las Escuelas Libres de Música y, eventualmente, el
Conservatorio de Música de Puerto Rico donde Maximino estudió y se hizo maestro de
guitarra, educando a muchos jóvenes en ese divino arte ancestral.
Los sufrimientos de la niñez, no se olvidan fácilmente, calan hondo en el alma. Los
artistas somos poetas, músicos, pintores, escritores, amantes de la belleza. Vivimos llenos de
ilusiones y ahogamos nuestras penas en falsos bacanales. ¿Quién nos comprende? Se
aplaude al bufón mientras alegra; le rechazamos cuando nos molesta. Así sucedió con
Maximino, hasta que "desapareció" de Humacao y de nuestras vidas. Ya no nos servía.
En los años cincuenta grabé parte de su arte. Llevé estás grabaciones a los Estados
Unidos, y mis amigos norteamericanos las disfrutaron. Hoy las cubren el polvo del
olvido. Canciones populares, música selecta, valses, una pieza dedicada a Juana
Vizcarrondo Velázquez, mi querida madre, recuerdo de amor dedicado a aquella que le
admiró. La ausencia de Mecenas, personas u organizaciones que protejan y patrocinen al
artista, regalos de Dios a nuestro pueblo, ha sido nuestro eterno mal.
¿Dónde están nuestros teatros, o un verdadero museo de arte donde nuestro pueblo pueda
apreciar obras de arte de los grandes artistas del mundo? La palabra museo, por sí sola, no
crea un museo. La ignorancia es precoz i atrevida.
El vellocino de oro es nuestro Norte, por eso nuestros artistas viven y mueren en la
soledad arrastrando el peso de su alma por el triste camino doloroso del olvido. Espero
que Dios, Todopoderoso, se haya apiadado del alma sufrida de mi viejo amigo Maximino
Rodríguez Pimentel, el mejor guitarrista humacaeño que conocí.
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