Vuelo con destino a Culebra
Félix Báez Neris
Docente Jubilado de la UPRH
La pasada
semana visité a Culebra para celebrar el cumpleaños de mi compañera Ruth.
Llegamos hasta la antigua base militar Roosevelt Roads donde ubica el Aeropuerto
conocido como José Aponte de la Torre. Es un aeropuerto sólo para vuelos
domésticos. Nos montamos en el pequeño avión bien próximo al piloto. Casi podía
tocar el timón. Arrancó a toda velocidad y de inmediato ya estaba surcando el
cielo.
Observé las
dos largas y estrechas alas cortando las corrientes de aire. El panorama es
espectacular y uno cobra conciencia de la belleza natural que tenemos. Disfruté de la
majestuosa vista del mar y todos los alrededores del archipiélago. En el momento que más emocionado
estaba el avión se fue en picada para aterrizar en el aeropuerto Benjamín Rivera Noriega
de Culebra.
Alquilamos
un jeep y nos dirigimos a un pequeño y acogedor hostal con vista a la bahía.
Una vez dejamos el equipaje en la habitación nos fuimos de inmediato a
disfrutar de un suculento almuerzo de mariscos en un restaurante del poblado. Luego caminamos por las calles estrechas
apreciando las estructuras y negocios del litoral. Llegamos hasta la plaza pequeñita, justamente
a la entrada del pueblo donde nos saluda la escultura de Héctor el protector.
Aquí se encuentra justamente el embarcadero donde llegan las lanchas desde la
Isla Grande. No deja de sorprenderme la cantidad de turistas de diferentes
nacionalidades que visitan la isla.
Las
angostas calles se llenaron de personas a medida que avanzaba la tarde.
Compramos algunos artículos a los artesanos que están apostados en un rincón de
la plaza. Llegada las 7 de la noche nos dirigimos al restaurante para la cena.
Tuvimos suerte porque los días de semana cierran a las 8 de la noche. El pueblo
se recoge temprano y una tranquilidad permea como la quietud de las aguas de
sus playas.
Me levanté temprano escuchando la porfía de las gaviotas en los tejados. Desde
el hostal tenía una vista casi panorámica del pueblo. El sol lo iba pintado con
rayos de luz y nostalgia. Hice una fila de media hora para ordenar un rico
desayuno que nos despertó el ánimo. Quetzy,
una entusiasta amiga culebrense se voluntarió para darnos un recorrido por varias de las 19 playas que tiene la Isla.
Nos llevó a playas como Tamarindo, Brava, Carlos Rosario, Dakity, Larga, Zoni,
Resaca y por supuesto Flamenco que está catalogada como una de las 10 mejores
playas del mundo.
La belleza de este santuario natural nos cautiva. Paseamos entre los manglares,
avistamos los majestuosos cactus, apreciamos la vegetación de sus bosques, la
tranquilidad de las lagunas y precipicios rocosos. Nos detuvimos a observar con
detenimiento la morfología de Isla Culebrita, los Cayos; Norte, Sombrero,
Batata, y Luis Peña. En varias de las
ocasiones las playas con la belleza de sus arrecifes, la riqueza de la vida
silvestre, las especies de aves, las cálidas aguas y blancas arenas estaban
dispuestas enteramente para nosotros. La tranquilidad y paz que uno respira es
sencillamente indescriptible.
Luego visitamos el Museo de Culebra donde se documenta la historia de la
isla de manera muy completa y organizada. Finalmente llegó la hora del retorno.
Nos quedamos con los deseos del pronto regreso a la cuna del sol borincano.
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