domingo, 18 de octubre de 2020

COMO ELLA... NINGUNA OTRA

 

COMO ELLA... NINGUNA OTRA 

Por: Osvaldo L. Gil Bosch (1995) 

Divorciado del de fanatismo y arropado de sinceridad, honestamente pienso que  estas letras debía redactarlas de pie. Ciertamente la figura sobre la cual se inspiran ha sido, y es, una excepcional mujer puertorriqueña. Que el que suscribe a sea su hijo, en nada afecta o altera la opinión objetiva que por este medio se emite. Las múltiples experiencias y vivencias en su larga y productiva existencia, hacen forzosa e imperativa la conclusión: nos referimos a una valiente y extraordinaria mujer. 

Isabel Bosch nació en San Lorenzo, a principios de siglo. El pasado miércoles, 5 de abril, junto a sus hijos, cumplió 90 años. Sus padres fueron Jaime Bosch y Mercedes Vázquez. Siendo la menor de Familia de trece hermanos, su madre y hermanos menores se encargaron de ella al fallecer su padre a la temprana edad de 40 años. Siendo niña aún llegó a Cayey, lugar que para todos los efectos siempre considero "su pueblo” y donde cursó sus grados escolares 

En el 1926  se casa con Enrique Gil Rivera, un dentista radicado en Cayey. Sus primeros hijos, Liduvina y Enrique, nacen en Cayey. Yolanda y Osvaldo llegan más tarde cuando la familia se ha mudado a Guayama. Luego en el 1935, la familia Gil Bosch muda sus cuarteles a Humacao, donde aún están, y donde crecen, estudian y se desarrollan sus hijos. 

Al fallecer su esposo el 16 de septiembre de 1944, Isabel Bosch, de 39 años, queda viuda con cuatro hijos entre las edades de 12 a 17 años. Del rol de ama de casa pasa a trabajar y se convierte en el principal sostén de su familia. 

Más tarde, según sus hijos mayores Liduvina, Enrique y Yolanda concluyen sus estudios, se unen a la fuerza laboral del país. Liduvina trabaja en el Gobierno, Quique se hace comerciante y Yolanda, secretaria. Tanto Liduvina como Yolanda entregaban sus cheques a su madre, mientras Quique, que siempre fue audaz y emprendedor, se hizo cargo al rol de líder familiar, propiciado por la prematura desaparición física del padre. 

Joven y extremadamente atractiva, Isabel Bosch se convierte en la Vda. de Gil, renunciando así a la vida y placeres que muy bien pudo darse, cuando se impuso la crianza, educación y formación de sus hijos en buenos y útiles ciudadanos como su objetivo prioritario. 

En la educación de sus hijos les recalcó siempre la importancia de la honradez y el respeto a la verdad. Su entereza de carácter y una fe absoluta en sus principios, forjaron la base para predicar a través de su aleccionador ejemplo. 

Ya en el 1948, apenas cuatro años de haber quedado viuda y al frente de la familia, la tenacidad y perseverancia de Isabel Bosch empiezan a rendir frutos cuando construye en Humacao la primera y única casa que han tenido y que aún hoy, 47 años más tarde, constituye el hogar de la familia.

Habiendo rebasado la empinada pendiente de los 90 y entrada ya en los años plateados, en que todo tiende a convertirse en una caricatura de lo que fue, esta noble mujer aún conserva sorprendente fuerza física, su atractiva sonrisa, carácter jovial, singular buen humor así como su positivismo e increíble espíritu de lucha. 

La verdad objetiva es que la Isabel B. Vda. de Gill que he conocido, ni en los momentos más trágicos y dolorosos de su existencia ha odiado. Tampoco ha ambicionado, ni ha reclamado o exigido. Por el contrario, de su vida ha hecho un sacerdocio del servir y un apostolado del amor. 

Nadie como ella se esforzó en la formación y educación de sus hijos. Nadie como ella se sacrificó en aras de que su familia no careciera de los elementos indispensables. Nadie como ella demostró más valentía y entereza ante la adversidad y los golpes de la vida. Nadie como ella insufló en sus hijos y otros más ánimo, fe y esperanza. Nadie como ella para proyectar la generosa hospitalidad que el verdadero cristiano lleva en su alma. Como ella... ninguna otra. 

Varias personas y sucesos le han permitido a esta mujer puertorriqueña prolongar su fructífera existencia. En primer lugar, Liduvina, que ha ido mucho más allá de su deber de hija colmándola siempre de cuido amoroso y abnegado. Así también las finas y múltiples atenciones y exquisita tolerancia para con ella de su bondadoso y generoso yerno, Julio Garriga. El honesto proceder y la conducta digna de sus otros hijos, Quique y Yolanda. El amor de sus nietos biznietos y tataranietos. 

Por último, pero no por ello menos importante y valioso, los doctores Luis Raúl Colón y Pablo Iván Altieri que más que como médicos la han atendido y tratado como si fueran sus hijos. 

En la larga historia del género humano, son muchos los hijos que su madre un cofre de recuerdos repleto de bellas alhajas. Con ustedes amables lectores, y a través de este escrito, he podido compartir sólo algunas piedras preciosas de mi gran tesoro espiritual entrando en las arenas movedizas del recuerdo y la emoción. 

Ello ha concretizado que retorne el olor a grandeza que cobijó a extraordinaria mujer tan temprano como en la década de los 40, cuando fue seleccionada como la primera Madre Ejemplar de Humacao. 

Si a su labor de entonces se adicionan otros 45 años de igual o superior desempeño, la conclusión es imperativa y forzosa: 

Mujer Excelente.
Madre Extraordinaria.
Ciudadana Ejemplar. 

He ahí en apretada síntesis la descripción de la excepcional categoría de ser humano conocida como Isabel B. Vda. de Gil. 

Tan simple como rotunda...
Tan admisible como irrefutable...

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“Cuánto dura la juventud, cuanto dure la ilusión,
 el desinterés, el entusiasmo y la capacidad de dar” 

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