COMO ELLA...
NINGUNA OTRA
Por: Osvaldo L.
Gil Bosch (1995)
Divorciado del de fanatismo y arropado de sinceridad, honestamente pienso
que estas letras debía redactarlas de pie. Ciertamente la
figura sobre la cual se inspiran ha sido, y es, una excepcional mujer puertorriqueña. Que el que suscribe a sea su
hijo, en nada afecta o altera la
opinión objetiva que por este
medio se emite. Las múltiples experiencias y vivencias en su larga y productiva existencia, hacen forzosa e
imperativa la conclusión: nos referimos a una valiente y extraordinaria mujer.
Isabel Bosch nació en San
Lorenzo, a principios de siglo. El
pasado miércoles, 5 de abril, junto a sus hijos, cumplió 90 años.
Sus padres fueron Jaime Bosch y Mercedes
Vázquez. Siendo la menor de Familia de trece hermanos, su madre y hermanos menores se encargaron de ella al
fallecer su padre a la temprana edad de
40 años. Siendo niña aún llegó a Cayey, lugar que para todos los efectos siempre considero "su pueblo” y donde
cursó sus grados escolares
En el 1926 se casa con Enrique Gil Rivera, un dentista radicado en Cayey.
Sus primeros hijos, Liduvina y
Enrique, nacen en Cayey. Yolanda y Osvaldo llegan más tarde cuando la familia se ha mudado a Guayama. Luego en
el 1935, la familia Gil Bosch muda sus
cuarteles a Humacao, donde aún están, y donde crecen, estudian y se desarrollan sus hijos.
Al fallecer su
esposo el 16 de septiembre de 1944, Isabel Bosch, de 39 años, queda viuda con
cuatro hijos entre las edades de 12 a 17 años. Del rol de ama de casa pasa a
trabajar y se convierte en el principal sostén de su familia.
Más tarde, según
sus hijos mayores Liduvina, Enrique y Yolanda concluyen sus estudios, se unen a
la fuerza laboral del país. Liduvina trabaja
en el Gobierno, Quique se hace
comerciante y Yolanda, secretaria. Tanto Liduvina como Yolanda entregaban
sus cheques a su madre, mientras Quique, que siempre fue audaz y
emprendedor, se hizo cargo al rol
de líder familiar, propiciado por la prematura desaparición física del
padre.
Joven y extremadamente atractiva,
Isabel Bosch se convierte en la Vda. de Gil, renunciando así a la vida y
placeres que muy bien pudo darse,
cuando se impuso la crianza, educación y formación de sus hijos en buenos y
útiles ciudadanos como su objetivo prioritario.
En la educación de sus hijos les recalcó siempre la importancia de la honradez y el respeto a la verdad. Su entereza
de carácter y una fe absoluta en sus
principios, forjaron la base para predicar a través de su aleccionador
ejemplo.
Ya en el 1948, apenas cuatro años de haber quedado viuda y al frente de
la familia, la tenacidad y perseverancia de Isabel Bosch empiezan a rendir
frutos cuando construye en Humacao la primera y única casa que han
tenido y que aún hoy, 47 años más tarde, constituye el hogar de la
familia.
Habiendo rebasado la empinada pendiente de los 90 y entrada ya en los años plateados, en que todo tiende a convertirse en una caricatura
de lo que fue, esta noble mujer aún conserva sorprendente fuerza física,
su atractiva sonrisa, carácter jovial,
singular buen humor así como su positivismo e increíble espíritu de
lucha.
La verdad
objetiva es que la Isabel B. Vda. de Gill que he conocido, ni en los momentos más trágicos y dolorosos
de su existencia ha odiado. Tampoco ha ambicionado, ni ha reclamado o
exigido. Por el contrario, de su vida ha hecho un sacerdocio del servir y un
apostolado del amor.
Nadie como ella
se esforzó en la formación y educación de sus hijos. Nadie como ella se
sacrificó en aras de que su familia no careciera de los elementos
indispensables. Nadie como ella demostró más valentía y entereza ante la
adversidad y los golpes de la vida. Nadie como ella insufló en sus hijos y otros más ánimo, fe y esperanza. Nadie como
ella para proyectar la generosa hospitalidad que el verdadero cristiano lleva
en su alma. Como ella... ninguna
otra.
Varias personas y sucesos le han permitido a esta mujer puertorriqueña prolongar su fructífera existencia. En
primer lugar, Liduvina, que ha ido mucho más allá de su deber de hija
colmándola siempre de cuido amoroso y abnegado. Así también las finas y
múltiples atenciones y exquisita tolerancia para con ella de su bondadoso y
generoso yerno, Julio Garriga. El honesto proceder y la conducta digna de sus otros
hijos, Quique y Yolanda. El amor de sus
nietos biznietos y tataranietos.
Por último, pero no por ello menos importante y
valioso, los doctores Luis Raúl Colón y Pablo Iván Altieri que más que como
médicos la han atendido y tratado como si fueran sus hijos.
En la larga historia del género humano, son muchos
los hijos que su madre un cofre de recuerdos repleto de bellas alhajas.
Con ustedes amables lectores, y a través de este escrito, he podido compartir sólo algunas
piedras preciosas de mi gran tesoro
espiritual entrando en las arenas movedizas del recuerdo y la emoción.
Ello ha concretizado que retorne el olor a grandeza que
cobijó a extraordinaria mujer
tan temprano como en la década de los 40, cuando fue seleccionada como la primera Madre Ejemplar de
Humacao.
Si a su labor de
entonces se adicionan otros 45 años de
igual o superior desempeño, la
conclusión es imperativa y forzosa:
Mujer Excelente.
Madre Extraordinaria.
Ciudadana Ejemplar.
He ahí en
apretada síntesis la descripción de la excepcional categoría de ser humano
conocida como Isabel B. Vda. de Gil.
Tan simple como
rotunda...
Tan admisible como irrefutable...
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“Cuánto dura la
juventud, cuanto dure la ilusión,
el desinterés, el entusiasmo y la
capacidad de dar”
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