jueves, 3 de septiembre de 2020

A la memoria del amigo Roberto Pou Carrillo

 

Por: Félix Báez Neris




Roberto Pou (Foto cortesía de Juanito Hernández)

 

Roberto Pou Carrillo es natural de la Avenida Muñoz Marín de Humacao. Estudió en las escuelas del pueblo.  Fue un gran deportista destacándose en el béisbol donde llegó a jugar Clase A.  Recibió una oferta para firmar profesional pero optó por ingresar a la Guardia Nacional para asegurarse un futuro.  

Pou sufrió un aparatoso accidente cuando el "Jeep" de la Guardia Nacional donde viajaba hacia el Campamento de Salinas se fue por un precipicio. Hubo que trasladarlo en helicóptero hasta el hospital. Sufrió múltiples contenciones y una grave herida en una pierna. Ese accidente lo marcó de alguna manera.

En su primer matrimonio con Edelmira López tuvieron dos hijos Roberto y María Idalia.  Al cabo de un tiempo se divorcia y se fue a vivir a la Playa de Humacao.

Roberto ingresó a trabajar como carpintero en la antigua Corporación de Renovación Urbana y Vivienda  (CRUV), hoy Departamento de la Vivienda. Sus habilidades y destrezas en esta noble profesión las heredó de su abuelo y de su padre. Su lápiz  pegado a su oreja como por arte magia,  parecía dictarle las líneas y los trazados que le daba a la madera. Meticuloso, perfeccionista y delicado en su trabajo.

Pou conoció al amor de su vida,  a Milagros Rosario y luego de pasar la consabida aprobación familiar se casaron. Ducho en el arte de la construcción levantó su casa en la calle 4 de la Urb. Mabú.  Fue uno de los residentes pioneros de la Urbanización.   En este hogar nacieron sus hijas Zulma, Lorna y Sandra que murió bien jovencita.  Dejó profundas huellas de amor, cariño y afecto tanto en la familia como en la comunidad,  que lo reconoce como ciudadano ejemplar.

Fue miembro fundador de la Asociación Recreativa de Mabú, que luego fue extensiva a Los Rosales y San Francisco. Lo vimos trabajar con esmero y dedicación en las actividades que se organizaron. Construía las tarimas, acondicionaba el parque pasivo, fungía de oficial en las competencias de las carreras del pavo que celebramos, en fin siempre estaba dispuesto a la tarea. Junto a la directiva de la Asociación logró gestionar que se colocaran instalaciones recreo- deportiva al parque pasivo, canchas de baloncesto, una pista para caminar y un centro comunal.  Y lo más importante, con  una sonrisa perenne provocada por la satisfacción del deber cumplido.

Atesoraba con especial dedicación a sus amistades.  En la calle 4 se juntaron un cuarteto que se hizo famoso y se conoció como “Los Intocables”. Era una especie de superhéroes comunales. El grupo lo integraron Vitín Rivera, Pigüi Rosario, Peyo Poupart  y Pou.  Los fines de semana se reunían frente a un arbolito y un banquito que montó Pou en su casa. Los guisos y platos más exquisitos se confeccionaban allí. Se podía disfrutar desde un estofado, un asado, un guisado del ave o el animal predilecto que cayera en la famosa olla.  Todo esto mientras se barajeaban los dominos y se disfrutaba de la buena música de bohemia. Fueron muchas las ocasiones en que rayando el día, Milagros tenía que salir y  decirle las palabras mágicas “Calabaza, calabaza todo el mundo paꞌ su casa”.

En una ocasión al grupo de “Los Intocables” se les ocurrió ir a para al Festival de Vieques. Pou se extravió entre la multitud de gente que se encontraba en la Plaza de la “Isla Nena».  Los amigos que lo acompañaban se dirigieron a la tarima y pasaron una nota  para poder localizarlo. El papelito lo agarró Pellín Rodríguez, que estaba un poco bajo los efectos del Bilí  y acercándose al micrófono dijo “Se perdió un Tiburón”. Desde esa ocasión Roberto quedó bautizado como “el Tiburón”. Del grupo de “Los intocables” solo nos queda el amigo Peyo, que estoicamente luce su brillante capa.

Pou siempre sacaba un ratito para compartir  con sus amigos en el negocio de “Luis el pobre” ubicado en la comunidad. Disfrutábamos de su agradable compañía de las anécdotas y chistes que nos contaba.  Todo el que entraba iba a saludarlo con alegría y decirle una que otra broma. Recuerdo que al pasar unas cuantas horas decía; “Yo me voy porque no soy agente libre”. Peyo le seguía  tarareando; “es tarde ya me voy Margarita me espera”.

Pou se jubiló de la (CRUV) Departamento de la Vivienda. Tuvo la mejor jefa del mundo, nada más y nada menos que Milagros Rosario. Al tiempo de jubilarse compró un predio de terreno en el campo de Tejas de Humacao. Salía todos los días tempranito en su “pickup colora”  para su acogedor y apacible  finquita. Allí construyó un ranchito y disfrutó en grande de la naturaleza cultivando la tierra y cocinando manjares en un fogón. Recuerdo que contaba con muchas aves entre las que se destacaban los patos. Créanme que cuando nos extendía una invitación para disfrutar de uno de esos ricos platos nadie faltaba. Marianito  hasta se anotó en una vieja libreta para que no dejaran de avisarle del próximo bembé.

Roberto fue un pilar de la familia. Siempre se le observó atento, dedicado, cariñoso, alegre, comprensivo, respetuoso y dando sabios consejos a sus hijos y nietos. Construyó en el casco urbano del pueblo la casa de María Idalia su hija mayor. Además, fabricó las casas de sus hijas Zulma y Lorna en el barrio Tejas.  

Pou fue un hombre de mucha fe y fortaleza moral. Muy comprometido con la Iglesia. No faltaba a la misa acompañado de su inseparable esposa. Siempre presto ayudar en la capilla de la comunidad San Pedro y San Pablo o en la Cocatedral. Disfrutaba mucho de las actividades que se realizaban para los niños.  Recuerdo que una ocasión que construyó una hermosa cruz para las  “Fiestas de la  Santa Cruz de Mayo”. Su vecina “Mode” la decoró hermosamente. Todo el mundo tuvo que ver con esta cruz y la llevaron por varias comunidades.  

Se sentía muy orgulloso de pertenecer al Club Aries. Salía elegantemente ataviado con traje y corbata. No podía faltar su lujoso brazalete. Allí disfrutaba a plenitud junto a su esposa Milagros de las actividades. Gustaba de la buena música, el baile, las selectas canciones y del agradable ambiente en el lugar. Era un asiduo colaborador, responsable y comprometido con la Organización.

Roberto destilaba bondad y sencillez.  Su voz era suave y pausada.  Su mirada delataba la nobleza de su alma.  Como buen carpintero construía nichos de amistad en los corazones de las personas.

En los últimos meses su salud se quebrantó. Rodeado de su familia se despidió en paz de este mundo, el pasado sábado, 29 de agosto de 2020 a los 91 años.   De seguro va inspeccionando la madera, acariciando la textura y nivelando la vela de su barca.

Hasta luego buen amigo “QUE TENGAS BUEN   MAR HASTA LA OTRA ORILLA”

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