jueves, 7 de mayo de 2020

José Antonio “Toño” Laboy Abreu


Semblanza de José Antonio “Toño” Laboy Abreu

Por: Félix Báez Neris

Deseo compartir con los amigos y amigas presentes algunas reflexiones que evocan los recuerdos que atesoro por la amistad que me unió al entrañable amigo José Antonio “Toño” Laboy Abreu. Me bastó conocerlo,y compatir una sola vez con él, para cifrar una amistad imperecedera. Lo que podré decir aquí, sólo acaso podrá reseñar algunos pequeños detalles del noble perfil que encumbró la personalidad del amigo Laboy.


Pienso que estas pequeñas peculiaridades nos sirven para abrir las primeras páginas de una vida. Una vida que nos dio a través del destello de su vital alegría, el disfrute pleno de lo que es la amistad.

Y es que en Laboy se conjugaban la nobleza de carácter y la voluntad de servicio. Vivió hasta el último momento su apostolado inquebrantable, transformador y de entrega sin reserva a la pasión ardiente de su vocación de maestro. Me imagino que la benemérita maestra Antonia Sáez estará ya en el salón celestial extasiada con los proyectos que de seguro ya le habrá presentado el compañero Laboy.

Conocí a Laboy en las luchas y reclamos de la clase magisterial y en los asuntos culturales que nos unían. Su capacidad extraordinaria para gestar proyectos, propuestas e iniciativas dirigidas a trasformar el escenario educativo son por muchos de los colegas maestros presente aquí altamente conocidas. Impartía a estas iniciativas su dinamismo, su visión y su capacidad creadora y transformadora. Conversando con algunos de sus amigos maestros me señalaron entre otras, la propuesta de Equety, para estudiantes talentosos en la escuela Ana Roque.


Fue uno de los propulsores de una iniciativa educativa conocida como las artes del lenguaje en El Morro. El proyecto consistía en trabajar y desarrollar la sensibilidad creadora de los estudiantes de escuela elemental de toda la Isla. Realizó una valiosa aportación como técnico de currículo posibilitando cambios significativos en la revisión curricular de la enseñanza del español en el Departamento de Educación.

Sentía una gran preocupación por los procesos formativos de sus compañeros maestros, por lo cual prestaba particular importancia a la educación continua. Por tanto, no es de entrañar verlo como coordinador de Seminarios, actividades como presentaciones de literatos y de autores de libros. Yo recuerdo, por mencionar algunos a Teofilo Torres, Ana Lydia Vega a Carmen Lugo Filippi, entre otros. Coordinaba viajes culturales y de seguro recordarán especialmente los que realizaba a España.

Como cuestión de hecho sus últimas jornadas luego de supuestamente jubilarse, fue en la preparación de una propuesta para los maestros con la finalidad de unir escritores de varios países. Así se celebró un exitoso Congreso en la Ciudad de Ponce. Esta gestión fue tan absorbente y demandó tanto de su atención y entrega, que el corazón de Toño no resistió el embate de la carga y colapso. 

Ustedes se preguntarán de qué envergadura estaba dotado este caballero. Y es que no debemos olvidar que nuestro amigo fue uno de los forjadores del dilecto grupo del Teatro del Sesenta. Este prestigioso grupo sentó la pauta en el quehacer literario en nuestro país. 

Por eso a nadie debe extrañarle el por qué de su calidad exquisita como crítico literario. El análisis profundo, la huella decodificadora, su mirada imaginativa y su perspectiva intelectual, amén de la chispa humorística lo harán merecedor de notable notoriedad entre el aquel famoso capítulo de crítico literario, entre sus colegas y más importante aún, entre sus estudiantes. Su análisis crítico era esperado por todos. 

Hoy nos sentimos dichosos con el privilegiado recuerdo de haberlo escuchado detenidamente en sus diálogos. De seguro lo recordarán con sus dotes de buen interlocutor, con su expresión enérgica, erguido de emoción, elaborando con cada palabra un mensaje diáfano de exquisita intención educadora.

 Sus palabras traducían la firmeza de sus convicciones y proyectaban el accionar de sus determinaciones. Ese era el maestro que nuestros jóvenes estudiantes recibían con alegría cada mañana. 

Yo puedo dar fe a título personal de esa experiencia. Resulta que mi hijo Félix José, que es muy introvertido, (Dios me lo guarde ) silente a extremos y que me hizo mover a todo el contingente de maestros, para que me ayudaran en esa ardua tarea de contribuir a su formación educativa.

De la noche a la mañana, observé que mi hijo se levantó con cierta alegría en sus ojos, con algo de prisa, preocupado por el tiempo, cosa que me dejo atónito. Seguí a mi hijo una mañana camino a la escuela para observar el fenómeno transformador. Ese día había una guagua estacionada en la escuela camino a una excursión. Pregunté por el maestro y me hicieron señales por el área donde se encontraba. Miré entre la multitud divisando una silueta arropada de estudiantes. Entonces, se me disiparon las dudas y me dije: “pues hombre, con razón es Laboy.”

Dije para mis adentros, ahora me explico el cambio de mi hijo y de inmediato recordé cuando compartí junto con Laboy un curso de de estudios posgraduados en la Universidad de Puerto Rico. El profesor del curso de apellido Beauchamp, dictaba las conferencias y de inmediato lanzaba al grupo al análisis de la tesis que sustentaba, mirándonos con ojos inquisidores. Por suerte, Laboy solía sacar la cara por sus compañeros del grupo y de inmediato tomaba la palabra logrando cautivar el salón con su excelente oratoria, la dicción impecable, el atinado comentario y remachaba con una risa contagiosa. Los estudiantes del salón quedamos desarmados para ganarnos la indulgencia del profesor. La elocuencia de Laboy nos dejaba en gran desventaja como ustedes podrán imaginar. 

Retomando lo de mi hijo le pregunté ¿qué tal el maestro de español”. y me dijo en su argot: “Chacho papi ese es un loco, mano, está pasao, la clase es una cura, de verdad...” me dijo con una risa de profunda satisfacción...

Y es que Laboy se confundía con los personajes de las obras literarias. (Les recuerdo nuevamente que estamos hablando de uno de los forjadores del Teatro del Sesenta, glorias de la dramaturga puertorriqueña) con sus dotes teatrales las obras literarias cobraban vida. Así Pirulo, “Usmail” por mencionar solo algunos de los múltiples personajes que año tras año volvía a recoger el territorio de Vieques o de Lares, escenario vital de su creación. Lograba transmitir a los estudiantes los valores sustentados por estos personajes de la literatura puertorriqueña y a la misma vez los sensibilizaba para que pudiera entender claramente los eventos económicos, históricos, políticos, culturales y sociales que han marcado los derroteros de la patria.






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