sábado, 16 de mayo de 2020

Ante El Espejo de la Muerte

viernes, 21 de octubre de 2016


Ante El Espejo de la Muerte

Ante El Espejo de la Muerte

Aproximación a la iconografía funeraria en Puerto Rico:
Análisis de tumbas y pinturas puertorriqueñas representativas
de finales del siglo XIX al inicio del siglo XXI

Doris E. Lugo Ramírez

Obra realizada en colaboración por Isla Negra Editores y la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña

Agradezco la oportunidad que se me brinda de presentar a ustedes, cuya presencia encomio,  del libro Ante el Espejo de la Muerte escrito originalmente como tesis doctoral por Doris E. Lugo Ramírez.  Se trata de una aproximación a la iconografía funeraria de finales del siglo XIX al inicio del XXI.

Nace mi gratitud de mi creencia en el sentido de que este libro constituye una aportación a las letras puertorriqueñas.  Se trata de una mirada iconográfica por un lado y las miradas artísticas de un grupo de artistas plásticos del tema de la muerte frente a la vida.  Es un libro sugerente, una invitación a otras miradas del tema de la muerte frente a la vida y la vida frente a la muerte: el Eros y Tánatos tan visitado por la literatura.  Comenzamos reconociendo la utilización del espejo en el título, sugerente de un posible perfil poético. (Ante el Espejo de la Muerte).

Perfila la autora su trabajo en la observación de cuatro cementerios a saber:  El Cementerio María Magadela de Pazzi fundado en el 1814 en San Juan; el Cementerio Municipal de Ponce, fundado en el 1901; el Cementerio Histórico de Humacao, fundado en el 1901; y el Antiguo Cementerio de Mayagüez, fundado el 1850. También admite Doris su mirada como referencia  a El Panteón Nacional fundado en 1840 y el Cementerio Católico San Vicente de Paúl ambos en Ponce.

En adición utiliza nuestra autora a cierto número de trabajos de arte plástico partiendo del Velorio de Francisco Oller; La Muralla del Cementerio (óleo de 1951) de Rafael TufiñoEl Entierro (óleo de 1953) de Samuel Sánchez HerreraLa Muerte de la Plena (óleo de 1954) de Epifanio IrrizarryEl entierrito (óleo 1958) de Antonio MaldonadoLa Madre Patria (óleo sobre masonite, 1959) de Carlos Raquel RiveraEl Velorio (óleo sobre lienzo, 1960) de Jorge RechanyPordiosero de la Muerte (óleo sobre lienzo, 1965) Roberto Alberti TorresLa Muerte de Inés (óleo 1965) de Francisco RodónEl baquiné ( oleo sobre masolite, 1970) de Andrés BuesoEl Entierro Arqueológico I (acrílico de 1984), Éste y el Otro Mundo (óleo sobre papel, 1984), y Transmigración de las Ánimas (acrílico de 1988) de Luis Hernández CruzLa Vida, el Amor y la Muerte (óleo de 1986-87) de Alfonso AranaBaquiné de Eros (óleo, 1991) de Elizam EscobarAsunción: He cumplido (acrílico de 2003) de Susana HerreroTodo el Mundo lo Quería (gouache sobre archés, 2004) de Nick Quijano; y el óleo de Osiris Delgado MercadoEntierro de Papo Perla (1999).

Comenzaré con las primeras dos oraciones de este libro sobre el cual quisiera presentar a ustedes mis impresiones.  Reitero que son mis impresiones obviamente porque no soy crítico literario, ni mi conocimiento sobre literatura alcanza a tanto.  Menos mi intensión.  Les leeré esas primeras dos oraciones y casualmente las últimas cuatro oraciones con ánimo de presentarles a manera de una narración enmarcada con mis comentarios sobre el tema de la muerte y sus matices funerarios.

De niña recuerdo jugar sobre las tumbas del Antiguo Cementerio del Barrio Pajuil de Hatillo, Puerto Rico.  Saltaba de tumba en tumba cuidando de no pisar la lápida y menos aún el nombre del enterrado como si, al hacerlo, violentara un pacto que aún tengo por descifrar.” ( Palabras Iniciales pág. 11) (“La única patria que tiene el hombre es su infancia.
Frases y Citas - 
http://akifrases.comRilke.  Esa imagen de la niña sugiere todo un devenir mirado desde el final del cementerio.

Termina la presencia de Doris como escritora en el libro diciendo lo siguiente: “...el arte ha nacido funerario”.  Con esta máxima reiteramos la asertividad del lenguaje pictórico puertorriqueño para fijar plásticamente la costumbre de espantar y disimular la muerte, práctica que se extenderá y se desplegará a través de nuestra historia artística y social.  En definitiva, la iconografía funeraria representada en la pintura puertorriqueña analizada, muestra una visión sincrética, metafórica, y colectiva de la muerte.  Morir es un proceso y un pasaje a la trascendencia, de la mano de los vivos y apegado a lo vivo.  Es la muerte enmascarada, disimulada, en una férrea resistencia al inevitable final.” (pág. 251)

Ésta reflexión de Doris de pretenderse “espantar y disimular la muerte” me evoca un poema del poeta José María Lima Rivera en esos términos y cito:

Señora muerte, dígame: ¿Usted que espera?
Arrecie sus espinas a otra parte.
Yo por mi parte:
muy afectuoso suyo, aunque enojado,
quedo. Envío me contraigo,
desdibujo el metal de mi campana,
fabrico un pararrayos, me sostengo.
Informo mi esperanza de laureles.
Me contraria el flujo de la sangre
hacia atrás por esos rumbos
de trunca, acomodada, certidumbre.
Señora muerte, óigame bien, un dado
que se plante arista necesito;
un hermano sin ruta por ahora,
que espeje propiamente este derrumbe,
que gemele la copa que hoy apuro,
un tronco, en fin, en que muescar mis llantos.”  (José María Lima, Rendijas,168 Editorial de  UPR 2001)

Fija su mirada en la estatutaria funeral, estatuas o figuras de bulto, imágenes de cosas bajos relieves y relieves, esculturas y monumentos.  La pinturas analizadas que “marcan el estrecho margen entre los vivos y los muertos.


Soneto Nº 2 de la Primera Parte
Era una niña casi; nació
de una felicidad conforme de canto y lira,
clara brillaba a través de sus velos de primavera
y un lecho se hizo en mi propio oído.
Y ella durmió en mí. Y todo era su sueño.
Los árboles que admiré un día,
la pradera sentida, esa sensible lejanía
y todos los asombros que me conmovieron.
Ella durmió el mundo. ¿Cómo, oh dios del canto,
la creaste, para que no anhelara primero
estar despierta? Mira, ella nació y durmió.
Su muerte, ¿dónde está? ¡Oh!, ¿inventarás aún este tema
antes que se consuma tu canto? ¿Hacia dónde,
desde mí, se hundirá ella?... Era una niña casi…
                                 Rainer María Rilke
Elizam Escobar:
Y dice Elizam Escobar sobre la muerte:
Yo creo que el arte es una respuesta a la muerte porque es la forma de mantener vivas todas las pasiones, las contradicciones, los logros de la humanidad, el aprecio por todo, por la naturaleza, por el mar, por el universo...” “... Creo que el arte es lo que le da seguimiento, continuidad, a toda la problemática humana, al misterio de estar vivo...”  Entrevista Elizam Escobar artículo La Libertad es una Práctica de todos los Días.  Endi.com Oct. 18 de 2016.
Precisamente Elizam Escobar cita partes del extracto de un poema de Lima publicado en un libro, edición compilación y coordinación de Áurea María Sotomayor: Poéticas de José María Lima: (Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana Universidad de Pittsburgh 2012.) el siguiente extracto:  citamos a Lima:
Sobre mi tumba suena un caracol / y danzan las hormigas / y los pájaros duermen su sueño largo. // Las horas, todas las horas / son suspiro de hielo en mi tumba. / Alrededor de mi cadáver  / los héroes, todos los héroes / me miran cansados, con desgano / apretados en un haz de fantástica inutilidad. // Yo no se si duermo. / No se si me despierta a veces / esta estridente realidad de mi tumba / pero el sonido del caracol es como un sueño, / como un sueño la presencia de las hormigas y los pájaros / la horas como un gran lago en calma, / o mejor aún, como el recuerdo remoto de la fotografía de un gran lago en calma. //Pero yo estaré solo siempre. / Porque mi tumba será por momentos inconspicua, / solo una piedra más, ni más ni menos / grande que todas las otras piedras habituales, / y otras veces mi tumba será / un gran muro, negro y liso, infranqueable, / por tanto, insignificante.” (fragmento, La Sílaba en la Piel, pág. 130-131
Tengo que llamar la atención (para cerrar) al cementerio de Humacao visitado por Doris.  Allí un evento olvidado ocurrido para el 1960 produce la muerte de unas 500 a 600 personas.  Las olvidadas inundaciones de Humacao cuyo río arrastrase la pobreza hecha de metáforas en las barriadas San Ciriaco, San Felipe, La Vega y otros.  La muerte sorprende la oscuridad de la noche mientras dormían sus escaseces, cerca del río. Demasiados cadáveres, escasez de parientes, todos muertos; vecinos idos, niños hartos de agua vomitando espuma, con sus ojos cerrados para siempre.  El costo de la muerte robando tiempo al sepelio.  La Parca sin perdón liquidando cuerpos ya raídos en su escondite.  Las autoridades sin recursos para rezar, sin carros para la procesión hasta La Ermita.  No hay suficientes voces para la despedida y el duelo. Las campanas de la Iglesia no se se sienten obligadas al repique de tanto dolor.  No hay tierra para el entierro.  Una máquina y un pasillo de tierra del cementerio histórico sirve de fosa común, sin cruces sin nombres sin monumentos, sin recuerdos… un zanjón para compartir la pobreza de siempre y una sencilla inscripción tardía  50 años después: “En memoria a las personas fallecidas en las inundaciones de 6 de septiembre de 1960.”  Comité Prohibido Olvidar 8 de septiembre de 2010, todo frente a la tumba prestada de un tal Alberto Castillo 1915 – 1972.
Allí caminamos sobre la fosa sin nombres de muchos seres que vivieron y murieron en la sorpresa de una noche.  Perdonada quedaría la niña que pisa la ausencia de lápida y los nombre no puestos de la fosa común; y diría Reinier María Rilke  
"Y si lo terrestre te ha olvidado,
di a la tierra callada: yo fluyo
y al agua veloz, dile: yo soy".
Felicitaciones a Doris.


Rafael Ayala, JD 

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