Jaime, desde la “retaguardia canosa” nos harás falta
Por Manuel de J. González/CLARIDAD
Como ya estoy viejo y se me mueren mis amigos, se me está haciendo costumbre escribir obituarios. Había decidido no escribir más. Pero hoy, 27 de marzo de 2020 a las 10:06 de la mañana, en pleno encierro por el coronavirus, recibí este mensaje: “Manuel, murió Jaime. Voy camino al hospital.” Como es Jaime el que se me ha ido, debo intentar escribir algo.
Esperaba ese mensaje desde hacía algunos días, pero eso no hizo menos fuerte la noticia. Jaime Córdova Rodríguez, uno de mis hermanos más queridos, que también fue más que hermano de Carlos Gallisá, de Jorge Segarra y de Tuto Marchand, ha optado por unirse a ellos. Además de hermano, fue mi compadre, pero también fue una de las personas más cultas que he conocido y uno de los hijos más productivos de la patria puertorriqueña.
Todo lo que Jaime hizo en su vida, lo hizo bien. Primero fue un muchacho que creció lleno de inteligencia y alegría en la legendaria Calle Loíza, junto amigos del barrio, como aquel que lo acompañaba camino de la escuela Labra llamado Ismael Rivera. Más tarde, desarrollando el beisbol que le empezó a enseñar Nydia en los solares vacíos de la Loíza, se convirtió en un legendario lanzador de pelota en los años ’50. Le apodaban “El Látigo” y fue un miembro destacado de los equipos nacionales de aquella década, incluyendo el único que ha ganado medalla de oro en un Mundial.
Luego, gracias a su conocimiento del deporte y su maestría manejando el idioma, producto de su vasta cultura autodidacta, fue director de la sección deportiva de CLARIDAD por varios años. Allí hizo muchísimas aportaciones, incluyendo darle un nombre apropiado a los equipos que representaban a Puerto Rico en torneos internacionales. Desde CLARIDAD insistió en darle el nombre correcto – selección nacional- y poco a poco el resto de la prensa se fue acostumbrando a hacerlo.
En Claridad hizo aportaciones extraordinarias a la literatura nacional, con sus relatos sobre música popular y deporte. Cada uno de esos escritos, cortos y precisos, son pequeñas obras de arte. El otro día escuché al escritor y director del En Rojo Rafael Acevedo decir que “La verdadera muerte de Daniel Santos” es uno de los mejores cuentos de la narrativa puertorriqueña. Muchos de esos trabajos se recogieron en dos libros: “Beisbol de corazón” y Partiré canturriando”. También se distinguió como un gran entrevistador y entre las muchas que hizo destaco sus entrevistas a Pedro Flores, Juan Mari Brás y, últimamente, a Terín Pizarro. Esa variedad de entrevistados – un compositor de música popular, un dirigente patriótico y un lanzador estrella – es buen ejemplo de su profundidad cultural. También ejemplifica los tres temas fundamentales de su vida: el deporte, la música popular y la lucha patriótica.
Entre una cosa y otra, antes y después de su trabajo en CLARIDAD, se destacó como uno de los mejores publicistas de Puerto Rico. Los más viejos deben recordar aquella campaña legendaria de la cerveza Corona con un personaje llamado “Cantalicio”, que Jaime dirigió.
Ya estaba viejo y hablando en términos beisboleros, como siempre, me decía que ya “había jugado 8 y dos tercios de entrada”. Estaba a ley de “out”, decía, pero mientras esperaba por esa última jugada, publicó su primer libro de poemas, “El orfebredemente”, y trabajaba en un epistolario junto al querido amigo Antonio Arraiza. Yo creía que el juego de la vida de Jaime se iría a entradas extras, tras empatarse en la novena, retrasando al máximo el inevitable último “out”. No fue así.
Lo despido con versos de uno de sus poemas:
Soy miembro de la retaguardia canosa
en la cola de la gran manifestación…
Saludos silenciosos a los compañeros de iremita
que repartieron periódicos con fuego en la portada…
Si puedo ayudar en algo,
sirvo para llenar espacios
y levantar el puño pecoso.
Jaime, somos muchos los que ya estamos en la retaguardia, pero la lucha sigue. Harás falta.
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