La visita de los Reyes Magos.
Félix Báez Neris
Profesor jubilado de
la UPRH
Baltasar,
Gaspar, Melchor,
eran, sin duda, los
nombres
de los eruditos
hombres
que adoraron al Señor.
Regalos con mucho
amor,
llevaron en la ocasión
y con la misma
intención,
el día de hoy, los
creyentes
dan a los suyos
presentes
honrando esa
tradición.
(Versos Mario Enrique
Velázquez)
Recuerdo aquellas mágicas tardes del 5 de enero. Nos apresurábamos a ir
al monte en busca de un gran manojo de hierba. Lo cortábamos con especial
interés y regresábamos con él a casa para depositarlo preferiblemente en una
caja de zapatos. Luego lo colocaba con mucho cuidado debajo de la cama. Estaba
seguro de que aquel mazo abastecería a los camellos.
Divagaba sobre la travesía que hacían Melchor, Gaspar y Baltasar,
emprendiendo su camino desde lejanas tierras hasta el barrio Espino para
traernos los anhelados juguetes. La ilusión llenaba nuestra humilde casa y
cuando me asomaba al cielo alcanzaba a ver la estrella de Oriente.
Ese día la ilusión era de tal magnitud, que apenas hacíamos caso a la
mesa que estaba servida con el sabroso arroz con gandules, chicharrones,
pasteles y morcilla. De postres, estaba el rico arroz con dulce y el majarete.
Por si acaso, una lata de galletas rositas estaba a nuestro alcance.
Todo era un gran entusiasmo y expectación. Yo imaginaba que me traerían
un baúl como el que tenía mi abuela, lleno de juguetes. Platicaba con mis
hermanos sobre los posibles regalos que nos traerían los Reyes Magos.
Nos fuimos a la cama temprano con la ilusión carcomiéndonos. Daba vuelta
en la cama, cuando escuché unos pasos y un “cuchilleo” de voces que se
acercaban. Qué muchos ruidos hacen los Reyes, dije para mis adentros con el
corazón palpitando aceleradamente. No podía creer que me estaban visitando en
mi casa Melchor, Gaspar y Baltasar con sus finas capas y sus coronas de oro. De
momento sonaron unos instrumentos con una música de aguinaldo y un cantor
quebró el silencio de la noche. Se trataba del compay de Papi que siempre le
traía la parranda en víspera de Reyes. Conmemorando la Epifanía, dijo una
potente voz. Escuchando la música del cuatro en un aguinaldo jíbaro, me dormí.
La mañana siguiente, me levanté azorado buscando lo que los Reyes Magos
me trajeron. Había rastro de hierba en el suelo; tal parece que los caballos se
la comieron toda. Busqué debajo de la cama, estirando las manos hasta alcanzar
la cajita. La jalé con sumo cuidado, era un momento hipnotizante y la emoción
me embargaba. Levante lentamente la tapa de la caja y la sorpresa me
sobrecogió. Una reluciente bola junto a un guante de béisbol lucía bien
acomodado en el interior de la cajita. Se me hinchó el corazón de alegría. La
agarré acariciándola y examinándola con sumo cuidado. Me coloqué el guante y me
lancé al patio a realizar espectaculares atrapadas de emociones.
Corrí hacia mis hermanos para ver los juguetes que les trajeron. A una
de mis hermanas le trajeron una hermosa muñeca de trapo, a otro de mis hermanos
le trajeron un paquete con muchas canicas, y a otro un carrito de madera bien
bonito. !Cómo jugamos ese día, sin tregua y sin descanso, dándole vuelo a la
imaginación! Al caer la tarde, nos rendimos de felicidad con aquellos
obsequios.
¡Cuánto deseo que mis nietos puedan disfrutar hoy, de esa magia! Con la
esperanza y la fe puestas en esta hermosa tradición, les deseo a todos un:
"¡Feliz Día de los Reyes Magos!"
Nota: La obra en acrílico y medio
mixto se titula "Ahí vienen" es parte de una trilogía del pintor
humacaeño José Luis Camacho.
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