Caminando por la
vereda de Punta Santiago
Félix
Báez Neris
Profesor
jubilado de la UPRH
Todas las mañanas
llego a Punta Santiago para ejercitarme. Comienzo en el área donde estaba
ubicada la Oficina Regional de Departamento de Recreación y Deportes
(DRD). Comienzo la rutina por la hermosa
vereda. Recibo el frio de la mañana que
se hace sentir. Observo el cielo azul intenso, el mar turquesa
de aguas transparentes, palmeras junto a la vegetación del litoral. Todo el
espacio natural convida a caminar.
A pocos pasos nos
encontramos con “El Parque Acuático Infantil de
Humacao”. El parque cuenta con 14 chorreras de distintos tamaños, esto hace que
los más chiquitos disfruten de unas chorreras y los más grandes de otras. El Parque está inactivo, al mirarlo me pareció un gran pulpo varado.
Miré
a mi izquierda y alcancé a ver la Urbanización Verde Mar, que es una de las más
grandes y antiguas en Humacao. Esta urbanización cuenta con dos lagos que
invita a la pesca. Hay muchas casas dispuestas para la venta.
Vuelvo mi vista hacia
a la izquierda y en esta ocasión me atrapó el majestuoso monte del Yunque. A
esa hora de la mañana parece estar dormido arropado con sábanas de nubes blancas.
Me sobrecojo a la emoción y continúo la ruta por la vereda.
Me detuve al observar
las antiguas y abandonadas instalaciones
del balneario de Punta Santiago. Muy cerca está el Centro Vacacional que quedó devastado
por el Huracán María que lo azotó con sus furiosos vientos y terminó con una
ola ciclónica. La nostalgia me embarga
porque estas instalaciones fueron uno de los lugares más pintorescos y visitados
en la Región Este. El área ha sido afectada por la inercia y la pelea política
que no ha permitido su pleno desarrollo.
Pasé por el lugar donde antes se
encontraba el legendario “Venetian
Dancing Club” que marcó toda una época romántica en Humacao. Grandes
artistas como “Las Estrellas de Oriente” desfilaron por este famoso negocio.
Llegué al tramo de la
playa. Una amplia costa cubierta de palmeras que la hace única con arenas
blancas y negras; el blanco viene de lavado de coral, y el negro es materia
volcánica. Una brisa fría te recibe. El mar estaba como un plato hasta que
recibió el pellizco de los vientos alisios. Las olas comienzan su coqueteo, al
ritmo de la música llenan el espacio de rumores y me regalan caracoles. Son
muchos los placeres que la imaginación y el corazón encuentran en la playa.
Al mirar el panorama,
pensé en nuestros taínos que recorrían este espacio con sus destrezas para la
caza y la pesca. Este litoral fue siempre un valioso punto de trasbordo para
nuestros taínos, luego para los españoles y finalmente para los
humacaeños. Cerca de la ribera del Río
Jumacao se dió el primer asentamiento de los taínos y luego se establecieron
los españoles.
Camino suavemente
atrapado por la arena y el mar bañándome los pies. Diviso al Cayo Santiago que tiene una colonia de monos
Rhesus establecida por la Universidad de Columbia en 1938. Es un destacado
centro de investigación científica sobre el comportamiento de los monos.
Un poco más a la
distancia diviso a la Isla Nena (Vieques) en lontananza como dice la
canción, “Hay cantos de pitirre en la
esperanza, hay deseos de amar y dar la vida”.
Llegué al histórico Muelle
de Punta Santiago. Me encuentro con los
pescadores de orilla tirando sus cañas. El
primer muelle se construye en 1809 se le conoció como el Caney. “De 1914 al 1917 se embarcaba el melao en
barriles. De 1918 a 1945 el Puerto de la
Playa llegó hacer el segundo en todo Puerto Rico”. (El Oriental: 16 jul. 2008).
Me detuve en el Muelle para echar una mirara al poblado
de la Playa. Una comunidad solidaria y
luchadora. Observé el espacio destinado
para el “Festival de la Lancha Planua”. A pocos pasos se encuentra el edificio
histórico “La Aduana”. La Parroquia resalta
por su torre. La iglesia se estableció en 1809. Para la década del veinte el P. Rivera gestionó la construcción del
templo en cemento. Cercano al entorno
está el correo.
Finalmente decido
regresar por la hermosa vereda. Recojo unos cuantos caracoles para hacer un
obsequio especial. Aprecio a la distancia la Reserva Natural Efraín Archilla Diez.
Sobresale el sector el morrillo donde se construyó un “Bunker” para la
observación de submarinos nazis durante
la Segunda Guerra Mundial. Un poco a la
izquierda está el Cayo Batata o Conejito,
es un islote deshabitado y cubierto de hierbas que sirve de anidaje a
diferentes tipos de aves, en especial al pelícano. A la distancia la montaña y
el mar se besan.
Culmino mi caminata
con un sol sonriente, las palmeras abanicándome y las aves deleitándome con sus
conciertos. Que más se puede pedir, quedan invitados (as) a caminar por la
vereda de Punta Santiago.
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