viernes, 29 de enero de 2021

Caminando por la vereda de Punta Santiago

Caminando por la vereda de Punta Santiago

                                                                                                Félix Báez Neris
                                                                                                Profesor jubilado de la UPRH



Todas las mañanas llego a Punta Santiago para ejercitarme. Comienzo en el área donde estaba ubicada la Oficina Regional de Departamento de Recreación y Deportes (DRD).  Comienzo la rutina por la hermosa vereda. Recibo el  frio de la mañana que se hace sentir.   Observo el cielo azul intenso, el mar turquesa de aguas transparentes, palmeras junto a la vegetación del litoral. Todo el espacio natural convida a caminar.

A pocos pasos nos encontramos con “El Parque Acuático Infantil de Humacao”. El parque cuenta con 14 chorreras de distintos tamaños, esto hace que los más chiquitos disfruten de unas chorreras y los más grandes de otras.  El Parque está inactivo,  al mirarlo me pareció un gran pulpo varado.

Miré a mi izquierda y alcancé a ver la Urbanización Verde Mar, que  es una de las más grandes y antiguas en Humacao. Esta urbanización cuenta con dos lagos que invita a la pesca. Hay muchas casas dispuestas para la venta.  

Vuelvo mi vista hacia a la izquierda y en esta ocasión me atrapó el majestuoso monte del Yunque. A esa hora de la mañana parece estar dormido arropado con sábanas de nubes blancas. Me sobrecojo a la emoción y continúo la ruta por la vereda.

Me detuve al observar las antiguas y abandonadas  instalaciones del balneario de Punta Santiago. Muy cerca está el Centro Vacacional que quedó devastado por el Huracán María que lo azotó con sus furiosos vientos y terminó con una ola ciclónica.  La nostalgia me embarga porque estas instalaciones  fueron  uno de los lugares más pintorescos y visitados en la Región Este. El área ha sido afectada por la inercia y la pelea política que no ha permitido su pleno desarrollo.

Pasé por el lugar donde  antes se encontraba el legendario “Venetian Dancing Club” que marcó toda una época romántica en Humacao. Grandes artistas como “Las Estrellas de Oriente” desfilaron por este famoso negocio.

Llegué al tramo de la playa. Una amplia costa cubierta de palmeras que la hace única con arenas blancas y negras; el blanco viene de lavado de coral, y el negro es materia volcánica. Una brisa fría te recibe. El mar estaba como un plato hasta que recibió el pellizco de los vientos alisios. Las olas comienzan su coqueteo, al ritmo de la música llenan el espacio de rumores y me regalan caracoles. Son muchos los placeres que la imaginación y el corazón encuentran en la playa.

Al mirar el panorama, pensé en nuestros taínos que recorrían este espacio con sus destrezas para la caza y la pesca. Este litoral fue siempre un valioso punto de trasbordo para nuestros taínos, luego para los españoles y finalmente para los humacaeños.  Cerca de la ribera del Río Jumacao se dió el primer asentamiento de los taínos y luego se establecieron los españoles.

Camino suavemente atrapado por la arena y el mar bañándome los pies. Diviso al Cayo  Santiago que tiene una colonia de monos Rhesus establecida por la Universidad de Columbia en 1938. Es un destacado centro de investigación científica sobre el comportamiento de los monos.

Un poco más a la distancia diviso a la Isla Nena (Vieques) en lontananza como dice la canción,  “Hay cantos de pitirre en la esperanza, hay deseos de amar y dar la vida”.

Llegué al histórico Muelle de Punta Santiago.  Me encuentro con los pescadores de orilla tirando sus cañas.  El primer muelle se construye en 1809 se le conoció como el Caney.  “De 1914 al 1917 se embarcaba el melao en barriles. De 1918 a 1945  el Puerto de la Playa llegó hacer el segundo en todo Puerto Rico”. (El Oriental: 16 jul. 2008).

Me detuve  en el Muelle para echar una mirara al poblado de la Playa.  Una comunidad solidaria y luchadora.  Observé el espacio destinado para el “Festival de la Lancha Planua”.  A pocos pasos se encuentra el edificio histórico “La Aduana”.  La Parroquia resalta por su torre. La iglesia se estableció en 1809. Para la década del veinte  el P. Rivera gestionó la construcción del templo en cemento.  Cercano al entorno está el correo.

Finalmente decido regresar por la hermosa vereda. Recojo unos cuantos caracoles para hacer un obsequio especial. Aprecio a la distancia la Reserva Natural  Efraín Archilla  Diez.  Sobresale el sector el morrillo donde se construyó un “Bunker” para la observación de submarinos nazis  durante la Segunda Guerra  Mundial. Un poco a la izquierda está el  Cayo Batata o Conejito, es un islote deshabitado y cubierto de hierbas que sirve de anidaje a diferentes tipos de aves, en especial al pelícano. A la distancia la montaña y el mar se besan.

Culmino mi caminata con un sol sonriente, las palmeras abanicándome y las aves deleitándome con sus conciertos. Que más se puede pedir, quedan invitados (as) a caminar por la vereda de Punta Santiago.


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