sábado, 1 de agosto de 2020

El paso de Isaías por la calle 3 de Los Rosales


Félix Báez Neris

El pasado martes, 28 de julio de 2020 escuché la noticia en Radio Walo. Un disturbio atmosférico amenaza con acercarse a la zona del Caribe.  Me quité la mascarilla para respirar un poco de aire ante la incredulidad. Me recuperé un poco y decido echarle un vistazo al plan de emergencia. Busqué entre los documentos y encontré el plan de terremotos, el plan del Covid, el plan de los meteoros y finalmente encontré el plan de huracanes.

Fui cotejándolo poco a poco. Inicié probando la planta “inverter”. Le di repetidos jalones y no hizo ni aguaje de encender.  Finalmente arrancó luego de amenazarla con llevarla al técnico.  Di por sentado que el tanque de gasolina estaba lleno.  Cotejé la alacena y la encontré repleta de salchichas y jamonillas.


El miércoles ya  se vislumbraba el paso inminente de la tormenta Isaías por Puerto Rico. Yo estaba escéptico y en negación.  Levanté el tanque de gasolina para llenar la planta. Para mi sorpresa estaba casi vació. Corrí para la estación de gasolina y allí me encontré con tremenda fila y con la histeria colectiva. Como pude llené el tanque y agarré para la casa a pegarme de la radio. La tarde y noche transcurrió tranquila. Escuché y observé a los periodistas en la televisión con sus capas secas anunciando la tormenta. Me acosté a las 12 de la noche con cierta incredulidad con respecto al paso de la tormenta.

A las tres de la mañana se desató la torrencial lluvia.  El sistema eléctrico colapsó de inmediato. Nos enfrentamos al primer evento ciclónico luego de María. Los recuerdos comenzaron a proyectarse como en una sala gigante de cine. Llegó con bandas y vientos que arreciaba con fuerzas.  Mi compañera Ruth se mantuvo en vigilia toda la noche junto a su mamá. Yo me levanté de madrugada. Ya para la 6 de la mañana la masa de copiosa lluvia arropaba a Humacao y todo Puerto Rico. El avisó de inundaciones repentinas por poco revientan el celular.

Sintonicé como de costumbre a Radio Walo para informarme de las noticias regionales. Me enteré que los ríos Humacao, Antón Ruiz, Guayanés y Río Blanco  se convirtieron en furiosos y torrenciales cuerpos de aguas.  La quebrada de Mariana estaba alborotada con su traje largo.
Las carreteras como la 931 se inundaron de esquina a esquina. Los árboles caídos sobre el tendido eléctrico era la orden del día. Se advierte que no se realizó el consabido trabajo de  poda de árboles. La consecuencia inmediata es la  falta de energía eléctrica.  La vulnerabilidad en general salió a flote.

Las fuertes ráfagas de vientos tumbaron árboles, plátanos, panas y aguacates.  Los agricultores y el país  sufren esta dura pérdida.  No queda de otra,  volver a levantar la semilla.  La cosecha de los plátanos tarda alrededor de 10 meses.

Se cayó la palma -escuché en la radio-.  Pero no era un anunció político, se trataba de una palma que efectivamente el viento había derribado.  La tormenta  mostró particular furia en contra de los políticos. Arrancó  carteles y promociones  de los distintos candidatos.
Mi calle bañada por el impacto de la lluvia parecía que tarareaba una canción.  Los árboles eran despeinados por el viento. Las hojas juguetonas disfrutaban del deslizamiento hasta las alcantarillas donde se arremolinaban. 
Las paredes de la  casa estaban empapadas. La brisa, fría como un soplo entraba por la ventana. El agua corría por las tuberías como torrente sanguíneo. Dos chorros como gruesos lagrimones caían sin cesar. Encendí la cafetera  y de inmediato el aroma se esparció por toda la sala. El café nos calentó el alma y nos insufló  aliento para continuar.

Las palmas frente a mi residencia  bailaban al son africano traído por el viento.  Una luz grisona se colaba entre las obscuras y voluminosas nubes.  Se asomaba justamente por el mismo lugar por donde se pone el reluciente sol de la mañana. El día del jueves confrontó dificultad para despertar un misterioso aluvión se lo impedía.  Los aguaceros juntaban cielo y tierra.

Al filo de la tarde, amainó la lluvia y con mucha dificultad un rayo de luz comenzó tímidamente a asomarse.   El rabo de la tormenta se alejaba.  La cotidianidad comenzaba a presentarse. La calle lucia remozada.



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