viernes, 30 de junio de 2017

Amailia "Mayita" Carrillo

RÉQUIEM  POR  AMALIA  (MAYITA)  CARRILLO
por Santiago Maunez Vizcarrondo
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo,
me bastan mis pensamientos.
“La Dorotea”… Lope de Vega”

    Amalia Carrillo Pérez, maestra de piano conocida como doña Mayita, nació en Humacao, el 24 de enero de 1912, y falleció en Ponce, el 21 de abril de 2003. Su epitafio debe decir: “Vivió su larga vida regalando amor,  sufriendo en silencio sus pesares”. Pero no habrá una tumba que guarde sus retos mortales, su cuerpo fue cremado y su cenizas se las llevará el viento.

    Mayita nació casi en los comienzos del pasado siglo XX cuando mi pueblo de Humacao sufría de una pobreza material y disfrutaba de una riqueza cultural y espiritual, luego llegó la PRERA, enriquecimos, languideció la cultura y se atrofió la espiritualidad. En el 1903 falleció el Maestro Eugenio María de Hostos; en el 1905 falleció la pianista humacaeña Aníta Otero, olvidada por su pueblo; don Juan Peña Reyes nació en el 1879 y fue maestro de casi todos nuestros buenos músicos durante más de 40 años del pasado siglo; en el 1918 mi tía, Carmen Maunez, era invitada a tocar piano en el Teatro Oriente de Humacao, donde compañías de opera europeas se presentaban; la plaza de recreo de Humacao era  Centro  Artístico Cultural de nuestro pueblo; ese fue el ambiente en que nació y creció la maestra de piano Mayita Carrillo, junto a su gran familia.

    Mayita se casó con el músico humacaeño Ramón Fabery, tuvieron dos hijos y ella quedó sola para educar a sus hijos. Nada nuevo bajo nuestro sol tropical. Y comienza el calvario silencioso de Mayita, del que nunca se quejó ni derramó lágrimas en público, todo fue alegría acompañada por las notas musicales de su piano por doquiera que iba. Aprendió a repartir amor a granel con suna sonrisa en sus labios sin quejarse jamás de sus penas y tristezas. ¿Qué el raquítico sueldo de maestra no le alcanzaba para cubrir sus necesidades? Pues se hacía un préstamo. ¿Pero que no había para pagar ese préstamo? Pues se hacía otro más. Así fue hasta que Dios decidió otra cosa. Educó a sus hijos, uno lo hizo médico, al otro lo protegió hasta la muerte. Le dio la mano a todos sus hermanos, para unos fue hermana y madre, para otros su Hada Madrina. Así hizo con sus nietas, lo de ella era repartir amor sin importarle “el qué dirán social” como dijo nuestra Julia de Burgos, que también fue una Maestra.

    Su única hermana ingresó a la orden religiosa de la Madre Teresa de Calcuta, y en ese asilo en Ponce, fue donde Mayita murió. Con el correr de los años Humacao se ha convertido en la Ciudad del Silencio, alejada de las actividades culturales de la época cuando Mayita nació y se crió en este pueblo. Dicen que los tiempos cambian ¿será el tiempo o será su gente? Una vez, pregunté: ¿sociedad cómo estás? Y me dijo: “bien, gracias”. En tiempos del Padre Rivera, nuestro guía espiritual y cultural, preguntábamos  “¿por quién doblan las campanas” cuando escuchábamos su  pausado y rítmico  “talan”.


     El sacerdote, Padre Rafael Pérez, OSB, (nuestro Padre Pito) llegó puntual, a las tres de la tarde, a la funeraria y celebró una misa de exequias, corroborando lo que aquí digo sobre el amor que, con su música y su cristiano corazón, siempre nos regaló nuestra querida amiga, la maestra de piano Amalia Carrillo Pérez, nuestra  inolvidable Mayita. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Romanos 8:35)  ¡Que descanse en paz tu alma en el cielo azul de nuestra patria celestial!  Esto decimos sus verdaderos amigos

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