Fotógrafo de la Historia
El Nuevo Dia. 23 jun 2013
POR NILKA ESTRADA RESTO nilka.estrada@gfrmedia.com
Luis Ramos, exdirector de fotografía de
este diario, recuerda los personajes famosos que retrató y cómo logró capturar
las imágenes que lo distinguieron entre sus pares
LA IMAGEN de Roberto Clemente saludando a
la fanaticada que celebraba su hit 3,000 ha estado atada por más de 40 años al
fotoperiodista que hizo la foto: Luis Ramos, de El Nuevo Día. Esta y muchas
otras documentan momentos únicos y extraordinarios de la historia contemporánea
capturados por el lente de Ramos.
Don Pablo Casals tocando el violonchelo en
el cuarto de un hospital, Rafael Hernández Colón cambiándose de camisa en un
helicóptero, Roberto Clemente en la intimidad, una monja enarbolando la bandera
del Partido Popular, Abelardo Díaz Alfaro saliendo de un matorral, Lolita
Lebrón arrodillada sobre la tumba de don Pedro Albizu Campos, un ciclista
desnudo pedaleando frente al Capitolio y Muhamed Alí en bata y descalzo forman
parte de la colección de Ramos.
Una selección de sus mejores fotos va a
formar parte de un libro sobre su trayectoria periodística que está en proceso.
Nacido en Humacao, trabajó en El Imparcial
antes de pasar a El Nuevo Día. Se ganó la confianza de deportistas, políticos y
artistas gracias a su agudo olfato para la noticia y, como buen periodista,
cultivó importantes fuentes que le daban exclusivas fotográficas. A base de
astucia, maña, esfuerzo y estrategias personales logró fotos que le dieron la
vuelta al mundo, entre ellas las de los aviones de la Guardia Nacional quemados
por los Macheteros y, por supuesto, las de Roberto Clemente.
¿Por qué retrataste a Clemente de espaldas
el día de su mayor triunfo?
Es una foto simbólica. Tenía los elementos
de lo que él era: su número, el 21, y estaba en el right field. Ese fue el
último juego de la temporada. De no hacer ese hit se hubiera quedado en 2,999.
Cuando Roberto murió, el director de El Nuevo Día, Carlos Castañeda, estaba en
España y dio instrucciones de que buscáramos todos los negativos de Clemente e
hiciéramos pruebas de contacto. Al verla, Alfredo Cubiñá gritó: “¡Mira la foto
de portada aquí!”. La foto corrió el mundo entero. Lo que había sido un saludo
de Roberto se convirtió en una despedida. Yo he regalado más de mil fotos de
esa.
¿Qué les dirías a los que piensan que el
pitcher tiró un bombito para que Clemente lograra el hit 3,000?
Que es mentira. Fue un hit verdadero, por
la forma en que le lanzaron y por la forma en que él le dio a la bola. Le dio
con fuerza.
Después de tomar esa foto seguiste a
Clemente hasta las duchas, ¿por qué?
LOS LÍDERES del PNP y el PPD, Carlos Romero Barceló y Rafael Hernández Colón en un curioso encuentro durante una campaña política.
Roberto era la noticia. A mí me dijeron que
lo siguiera a todos lados. Él me vio en las duchas con la cámara y me dijo:
“Espérate, déjame ponerme una toalla”. Se la puso, empezó a enjuagarse y yo a
retratar.
¿Cómo desarrollaste ese nivel de confianza
con Clemente?
Éramos como los hermanos que pelean y después
están contentos. Roberto y yo tuvimos un problema cuando él le dio a un árbitro
y yo lo retraté para El Imparcial . Me tomó mucho tiempo desarrollar confianza
con él. Poco a poco, pasándole la manita, me convertí en uno de los fotógrafos
más cercanos a Momen, como le decíamos.
¿Y qué fue lo que pasó con el árbitro?
Clemente chers del agredió right field, al
árbitro. viendo Yo el brinqué juego. la retraté, valla y al corrí árbitro hasta
en el primera piso y a base. Roberto Los encima. La foto fue portada. Después
de eso, Clemente me demandó a mí y a El
Imparcial . Él decía que era un montaje.
Cuando sus abogados chequearon los negativos y las fotos le dijeron a Clemente
que eran auténticas. Ahí se le cayó el caso.
¿Clemente tenía un carácter fuerte?
¡Que si qué! Roberto era de pocos amigos.
Hoy en día algunos le dirían bipolar. Yo digo que era voluble. Por su forma de
comportarse, tú sabías si él quería que lo retratara o no. Las veces que no
quería eran las menos.
¿Cuáles, aparte de Clemente, son las
figuras públicas que cubriste que más te han impresionado?
Indudablemente, Pablo Casals, don Luis
Muñoz Marín, don Luis A. Ferré, doña Fela…
¿Qué te impresionó de doña Fela, por
ejemplo?
Doña Fela era toda una personalidad. Cuando
ella llegaba a los sitios todo el mundo se le acercaba a decirle sus problemas:
que si las medicinas, que si el médico, que si me falta esto o aquello... Ella
siempre tenía una persona al lado para resolver los problemas; eran los que
escuchaban o recogían los papelitos con los problemas. Era igual con Muñoz. Él
siempre andaba con Luis Laboy, que lo ayudaba en lo que fuera. Era mejor ir donde
Laboy que donde Muñoz. Los políticos no resolvían, sino los que estaban con
ellos.
¿A esos políticos les gustaban las cámaras
tanto como a los de ahora?
Sí. Pero había que saber qué fotos se les
tomaba. Por ejemplo, a Muñoz no se le podía retratar con una cerveza en la
mano. Si a él no le gustaba algo, con la mirada, con un gesto, te decía que no.
Tenía a Ismaro Velázquez que te decía que no. No te lo tenía que decir dos
veces. Pero también a los periodistas que cubríamos La Fortaleza nos decía: “Dejen
las cámaras y las libretas ahí” y nos íbamos al comedor a almorzar, a comer y
beber y compartir con Muñoz. Lo que se hablaba allí, de allí no salía.
A don Pablo Casals lo retrataste roncando
tras bastidores durante un concierto en el Teatro de la UPR. ¿Te recriminaron
alguna vez por esta foto?
Casals, realmente, lo que hacía era
meditar. La música lo elevaba. Yo observaba a las personas, qué era lo que
hacían, cómo lo hacían. No los interrumpía. Si veía que hacían algo que podía
usar gráficamente, ahí hacía la foto. Tomaba una foto a la vez, nada de flash,
ni llamar la atención, ni estar moviéndome de un lado para el otro. Había que
tener discreción. Ellos sabían que yo estaba allí, pero también sabían que no
les iba a distraer. Martita Casals era la persona que sabía lo que podía o no
retratar. La dinámica entre nosotros era muy buena.
Me contaste que al inicio de tu carrera
viajabas en la guagua de la AMA para hacer las asignaciones. ¿Era lo común
entre los fotógrafos?
Yo no tenía carro, pero llegaba primero a
los sitios que los demás. Si tenía mucha prisa, me iba con los taxistas de la
National, que estaban al lado de El Imparcial . Yo me monto un día en la guagua
en Puerta de Tierra y un poquito más adelante se monta don Jaime
Benítez, por donde está ahora Casa Cuna. Cuando él me vio se rió y saludó. Don
Jaime no tenía chofer hasta que llegó a la presidencia de la universidad. Él
caminaba del Condado a Puerta de Tierra y volvía en guagua a su casa.
¿Retrataste a alguien más en la guagua?
Bueno, a Julio Iglesias, cuando no lo
conocía nadie en Puerto Rico, le dije: “Vámonos en la guagua”. Lo llevé al
Viejo San Juan, caminamos por las calles, él comió piragua. Por la noche, fui
al show de él en el hotel Condado Plaza. No había ni 100 personas. Cuando
terminó se bajó de la tarima, pasó en medio de todo el mundo, saludó y se fue.
Sí, es verdad. Tenías que tener sumo
cuidado dónde dejabas la cámara, no la podías soltar. Las cámaras sincronizaban
a 1/60 (velocidad con la que se capta la imagen). Una vez me dañaron una, en La
Fortaleza, en una conferencia de prensa de Muñoz Marín. Era por la competencia
que había entre los fotógrafos. Para que más nadie tuviera la foto.
Yo soy de Humacao. Cuando tenía como siete
años, hicieron un parque de bomberos al lado de donde yo vivía. Salía de la
sala de mi casa y prácticamente estaba en la estación de bomberos. Habíamos
como 15 muchachos en el barrio. Los bomberos nos enseñaron a limpiar el equipo
que ellos usaban. Los veíamos trabajar. En los veranos, nos mojaban con el agua
de las mangueras. Para nosotros era una gran fiesta. Yo me pasaba en el parque
de bombas. Cuando Roberto Gándara creó el cuerpo de bomberitos, fui de los
primeros bomberitos en Puerto Rico. De adulto me hicieron bombero honorario.
Sé que también cogiste tus regaños, por
subirte a las sillas y por no guardar las formas de acuerdo al lugar y la
ocasión. ¿Puedes contarnos algo de eso
Una vez fue por las tennis. Resulta que en
un velorio de una personalidad muy importante de la cultura que se hizo en la
Catedral de San Juan la cantidad de gente era tan grande que no dejaba ver la
ceremonia con monseñor Aponte Martínez. Yo siempre andaba en tennis y mahones.
Ese día, de ahí tenía que ir para el hipódromo. Pasé entre la gente y llegué al
féretro, por poco me meto en la caja de muerto a retratar. Un señor que estaba
allí, un médico muy fino que tenía muy buenas conexiones se alarmó. Habló de
las tennis y de mi forma de retratar el cadáver. Dijo que era una falta de
respeto. Le mandó una carta a don Antonio Luis Ferré. El médico quería que me
botaran. Después, como seguía viendo el nombre mío en el periódico, llamó a
Castañeda y le preguntó por qué yo estaba en el periódico todavía. Yo no sé qué
le contestó; sé que seguí trabajando.
¿Y, por casualidad no te botaron de La
Fortaleza cuando hiciste las fotos del hijo menor de Hernández Colón, Juan
Eugenio (Tigre), bajando por la baranda de la escalera?
Doña Lila lo que hizo fue reírse. Hernández
Colón no me dijo nada. Fue el día de la toma de posesión de él. Llegamos a La
Fortaleza y todo el mundo se fue para arriba. El Tigre se quedó conmigo abajo.
Nos fuimos para el salón donde está el piano. Le dije: “Tigre, toca el piano” y
él me hizo caso. Después le dije: “Tírate por el pasamanos de la escalera” y él
lo hizo. Al otro día salió todo publicado, le dieron un gran despliegue. Tuve
que ir a Fortaleza no sé a qué. Rafael de Santiago, que era el jefe de prensa
de Hernández Colón, me dijo: “¡Ramos, el teléfono no ha dejado de sonar,
diciéndome que ese muchacho va a desbaratar el piano, que va a acabar con La
Fortaleza, que va a acabar con todo”. De ahí en adelante no me dejaban solo con
el Tigre.
Hay una foto en que Muñoz está agarrando tu
cámara. ¿De qué hablabas con él?
Eso fue en Barranquitas, un día de Luis
Muñoz Rivera. Esa foto me la regaló Max Toro para que la tuviera de recuerdo.
Muñoz agarró la cámara. No me acuerdo qué fue lo que me preguntó. Él era así de
natural, digo, cuando tenía confianza con las personas. Y siempre andaba
pela’o. Recuerdo que una vez en Barranquitas un señor le dijo: “Don Luis,
¿tiene $5?” y él le dijo a Roberto Sánchez: “Resuelve esto”, y don Roberto le
dio los $5. Muñoz nunca tenía un vellón encima.
También retrataste a don Luis A. Ferré con
Marisol Malaret en las escaleras del avión cuando ella llegó a la Isla tras ganar el cetro de Miss
Universo. ¿Cómo hiciste esa foto?
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